EL GRAN DESAFÍO EN EL ISTMO DE TEHUANTEPEC (V)

  • El crecimiento global de dispositivos digitales puede generar una grave crisis planetaria o convertirse en aliado para abatir el cambio climático.
  • El CT debe promover industrias digitales que reduzcan significativamente las afectaciones ambientales, el consumo de agua y el uso de energía convencional.
  • En el Istmo es factible la producción de “combustibles verdes”, usando la electrolisis y la combinación de hidrógeno con CO2 para producir etanol sintético como el principal ingrediente de combustibles limpios.
  • Y el transporte multimodal en el CT debe recurrir a la inteligencia artificial (AI), la automatización, la mecatrónica, la movilidad eléctrica y la “cadena de bloques” (block chain).

 

A medida que aumenta el uso de dispositivos digitales, enjambres inalámbricos y redes de comunicación, con cerca de un 1.5 mil millones de usuarios, se acrecienta también la demanda de sus componentes. La producción de software, baterías, pantallas, memorias, micro-procesadores y conductores, enfrenta dos desafíos: una demanda exponencial y una mayor exigencia por su producción limpia. Por ejemplo, el desarrollo de software explora algoritmos que simplifiquen procesos, disminuyan consumos y se produzca mejor; las nuevas baterías buscan mayor capacidad de almacenamiento energético, de menor tamaño, más durables y recargables con fuentes de energía renovable. Por su parte, las nuevas pantallas se encaminan hacia menores gastos de energía; mayor definición, contraste y versatilidad para lograr las pantallas flexibles. En cuanto al almacenamiento físico de memoria, el desarrollo de los nuevos chips busca una mayor capacidad y menos tiempos de procesamiento.

 

Pero es en la industria de los microprocesadores y semiconductores donde existe el mayor interés de gobiernos y corporativos por liderar la competencia global mediante inmensos montos de inversión. Se prevé que para fines de este año (2023), el mercado de los microprocesadores tendrá un valor cercano a los 70 billones de dólares. Si alguna vez Estados Unidos fue líder mundial en la manufactura de microprocesadores, hoy su participación es de sólo el 10%. Ante esta circunstancia, el Congreso de Estados Unidos aprobó en 2021 canalizar fondos para regresar a ese país el liderazgo de la industria de los microprocesadores. Parte de esos recursos se utilizarán en naciones vecinas para acercar sus cadenas de suministro, asegurar altos estándares de producción, reducir la emisión de gases invernadero y promover la educación en ciencia y tecnología, entre otros objetivos.

 

Lo anterior, podría significar una oportunidad para México. Aunque no es competitivo en la industria digital, ocupa  el lugar 21 entre 136 países en el ranking del Observatorio de Complejidad Económica, lo que podría asegurar su capacidad de adaptación manufacturera para producir bienes en un nuevo sector. Pero su gran desafío es promover industrias que garanticen la reducción de afectaciones ambientales, consumo de agua y energía, así como mayores niveles de rendimiento. Por ejemplo, la manufactura tradicional de semiconductores utiliza grandes cantidades de silicio, energía y agua, además de generar abundantes desperdicios y emisiones contaminantes; esto obliga a orientar esa industria manufacturera conforme a los estándares emergentes de sustentabilidad. Las universidades de Standord, Arizona y Massachussets han logrado reducir el volumen de agua y de químicos usados en la limpieza de las obleas de silicio que se esculpen, bañan y funden para armar los millones de transistores que configuran los circuitos integrados de los microprocesadores; en la Universidad Nacional de Yokohama, Japón, han creado un superconductor que es 80 veces más eficiente en el uso de energía que los actuales; en Cambridge, Reino Unido, inventaron un sistema de cómputo a base de celdas que contienen algas captadoras de energía solar que alimentan, mediante la fotosíntesis, corriente al microprocesador para que funcione en regiones con escasa electricidad.

 

Estas innovaciones harán factible la industria digital verde y podrán orientar la selección de industrias a establecerse en México por el nearshoring. Aunque es entendible que las nuevas industrias volteen a nuestra frontera norte o hacia estados que han recibido la inversión histórica de los tratados comerciales, las condiciones comparativas del CT y del sur del país, despertarán el interés por el enorme ahorro asociado con el traslado de carga entre el Atlántico y el Pacífico, su disponibilidad de agua y su potencial para producir energía solar y eólica.

 

La mayor emisión de gases invernadero en el mundo proviene de la producción de energía y calor (31%), seguida por el transporte (15%). Dado que el 85% de las emisiones contaminantes del transporte provienen de los vehículos de combustión, se busca revertir ese porcentaje con los automóviles eléctricos. Hoy, sólo el 1% de los 1,450 millones vehículos en el planeta usan electricidad, pero se espera que para el 2025, el 16% de los autos nuevos sean eléctricos; siempre y cuando las baterías se carguen más rápido y rebasen los 800 kilómetros de recorrido sin recarga. Ello implicará ampliar las fuentes renovables para producir electricidad; de otra manera, se provocaría un volumen mayor de gases invernaderos con la generación convencional de electricidad requerida para la carga de baterías. Y en ello, la industria automotriz mexicana está llamada a competir con Corea del Sur; dado que ambas buscan el sexto lugar en la producción mundial de autos.

 

Habrá que considerar, además, que el desplazamiento mundial de vehículos de combustión será difícil porque representa pérdidas monumentales en sus propietarios –a menos que sea rentable su reconversión eléctrica- además de que repercutiría en la proliferación de cementerios de automóviles. Ante eso, parece ser posible salvaguardar la inmensa planta actual de vehículos con el uso de combustibles verdes que funcionen con los actuales sistemas de combustión. Gracias a la electrolisis, se ha logrado separar el agua en hidrógeno y oxigeno; y al combinar el hidrógeno con bióxido de carbono (CO2) se obtiene etanol sintético, que es el principal ingrediente para producir combustible que no genera gases invernadero. La ventaja del denominado E-fuel, es que no requiere cambios en los sistemas actuales de combustión vehicular; por lo que de lograrse una producción suficiente, se evitaría tirar la actual planta automotriz al basurero. El proceso de electrolisis necesario para separar el hidrógeno requiere una gran cantidad de electricidad, la clave está en usar fuentes renovables de energía para producirla, sea solar, eólica, geotérmica o mediante fusión o fisión nuclear. Ahora bien, las industrias de países desarrollados que poseen capacidad tecnológica para producir combustibles sintéticos (E-fuel) no cuentan con condiciones climatólógicas y atmosféricas en su territorio para hacer rentable su producción; dado que requieren grandes extensiones con abundancia de agua, sol y viento; además de talento y creatividad industrial que sólo coexisten en algunos cuantos países emergentes. Por tanto, buscarán alianzas como la establecida entre las empresas Siemens y Porsche con Chile para construir la planta Haru Oni de combustibles renovables,  ubicada en su provincia sureña de Magallanes que es conocida por la fuerza de sus vientos. Esto deberá estudiarse de cerca porque el Istmo presenta condiciones idóneas para proyectos de esta naturaleza, especialmente en la región de la Ventosa. ¿Se podría abrir la puerta para que CFE y PEMEX establezcan alianzas pioneras y se conviertan en protagonistas en el mercado de combustibles no fósiles?

 

Otros temas a explorarse sobre el transporte multimodal son la inteligencia artificial (AI), la automatización y mecatrónica, la “cadena de bloques” (block chain) y los vehículos autónomos. Existe una diversidad de sistemas, plataformas de telecomunicación y software de simulación, gestión de la logística y evaluación de este tipo de transportación que permitirían operar de manera sincronizada y segura cada etapa y medio de traslado del Corredor Transístmico. Sin embargo, esto sólo será posible si el CT se edifica con base en la tecnología emergente, a partir de un sólido compromiso humanista-ambiental y bajo el cobijo de la sapiencia milenaria en el manejo de ecosistemas.

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